La samaritana

Lo primero que debo decirles es que soy un personaje del Evangelio y me hice famosa gracias a un encuentro imprevisto y un tanto «alocado» que tuve con Jesús. Mi aparición en el Evangelio no es mucha, pero mi corta participación ha llevado a muchas personas en el mundo a identificarse conmigo.

Hasta ese momento yo era una persona muy religiosa, pero a la vez sedienta del amor de Dios. Se preguntarán ¿Cómo va a ser muy religiosa y a la vez va a necesitar de Dios? Lamentablemente, que seamos religiosos no implica conocer a Dios en profundidad ni haber tenido un encuentro personal con Jesús.

Y me pasaba eso. Andaba por la vida convencida de la fe que me habían inculcado mis antepasados. Pero no pegaba una. Vivía por inercia, quejándome de todo, buscando soluciones para mi vida en cualquier parte. Y nada me conformaba. Buscaba personas perfectas y era como que nunca podía lograr eso. Era exigenete conmigo misma y con los demás, lo que implicaba un peso enrome para mi. ¡Imagínense! ¡Tuve 5 maridos! Si, leyeron bien, ¡5! Eso habla claramente de quien era. Alguien que siempre le costó terminar un proyecto. Alguien sin metas clara

Pero Dios es así. A El no le importa tu pobreza, no tiene en cuenta tu miseria. Un día quien sabe a qué hora y en qué lugar, de pronto Jesús esta ahí, sentado frente tuyo.

A mi, que soy de la ciudad de Samaria, me ocurrió en Sicar, en el famoso pozo de Jacob, cerca del mediodía. Pero a vos te puede pasar en la esquina, en tu trabajo, en tu comunidad, en el colectivo, a la noche, a la mañana temprano, al atardecer…

Un día te ocurre, un día estás frente a Él… y te dás cuenta que Él conoce todo de vos y querés evadirlo y Él te ofrece un regalo inimaginable. Y decís… ¿perdón? ¿Cómo es posible que mi vida dé un giro completo tan rápidamente?

Yo recuerdo que ese día hacía calor y como de costumbre subí al pozo a buscar agua. Era un gran esfuerzo. Imagínate, el agua estaba 30 metros de profundidad, había que tirar de las cuerdas, andar con el recipiente a cuestas. Un esfuerzo desmedido.

Llegué al pozo, me dispuse a sacar agua, levanté mi mirada y ahí estaba Él sentadito.

Recuerdo que no traía ningún recipiente para el agua, se lo veía muy cansado. Yo al toque me di cuenta que era judío. O sea, ¡todo mal!

Encima el atrevido me dice “¡Dame de beber!”
Y yo pensé: ¡Ah bueno! Nunca un «¡buen día señora!, ¿cómo le va?, ¿cómo andan sus cosas??. ¡Qué lindo día! ¿Le ayudo?». La verdad que me pareció un atrevido y se lo hice saber.
La cosa es que además de atrevido me conocía toda la vida el chusma! Y encima empezó a «chamuyarme» con que «si conoceiras a Dios y si me conocieras a mí», y que «ya vas a venir a pedirme vos a mi» y que «yo tengo algo que vos no tenés», etc.

Y la verdad yo pensé… ¡Ay! ¡estos hombres son todos iguales!

Pero dijo algo ¡tan hermoso!, que era exactamente lo que yo necesitaba escuchar en ese momento de mi vida y la verdad rompió todos mis prejuicios:

Textualmente me dijo: “El agua que yo quiero darte se convertirá en tu interior en un manantial que conduce a la vida eterna” ¡GUAU!!!  Yo quiero de eso! Fue lo primero que pensé.

Y ahí me di cuenta que estaba frente a alguien importante, ante alguien muy diferente a esa imagen prejuiciosa que yo me habia hecho.
Me preguntaba si era un mago, ¿un profeta… ? Él sabía todo de mi!!

Lo que no me imaginaba era que ese Mesías que yo pensé que estaba a punto de llegar estaba frente mío.

Cuando me dijo que era el mismo Cristo, el Mesías… ¡qué decirles!  ¡Casi me desmayo…!!

De pronto llegaron sus amigos y mi emoción era tan grande que salí corriendo a contarle a todos lo que había vivido.Y muchos creyeron en Él a partir de mi testimonio.

Por eso tu experiencia con Jesús no se termina en tu encuentro con él, sino cuando podés compartirlo con otros. Allí se completa el sueño de Dios.

Bueno para mi es hermoso poder contarles mi testimonio y poder decirles que doy fe que cuando Él te pide algo es porque tiene algo más grande para darte. Y así me ocurrió conmigo.

Fijate: yo era una persona necesitada de Jesús, pero no lo sabía, pensaba que ya estaba hecha, que no había más por descubrir. Y en medio de mi rutina, en medio de mi vida ocurrió esta escena que me convirtió para siempre.

¿Y vos? ¿Cómo estás? ¿Sediento, sedienta? ¿Dónde calmás tu sed? ¿E agua que bebés es fresca? ¿Pura? ¿Transparente? ¿Perdurable? ¿Abundante??

Porque esa misma agua que Jesús me ofreció a mi quiere ofrecértela a vos. Incluso cuando no lo reconocés, cuando no le das importancia, cuando te parece un inoportuno. Él está ahí, de la forma que menos lo imaginás, esperando saciar tu sed para siempre.

Otros testigos de su Amor

– La hemorroísa
– Moisés
– Abraham

Diego García Rogel

(E-mail: garciarogeldiego@gmail.com).- Soy evangelizador y comunicador social. Nacido en Bariloche, en la Patagonia Argentina. Siempre me sentí llamado a evangelizar de modo creativo utilizando los medios y las nuevas tecnologías. Mi experiencia laboral más enriquecedora fue cuando trabajé como voluntario en Radio Vaticana para la frecuencia Español/Portugués, con motivo del Jubileo del Año 2000. Soy creador y director de "TEAMA - Ideas y Acciones Evangelizadoras": un espacio en crecimiento para evangelizar, para evangelizados y para evangelizadores. Me gusta mucho la radio y tocar la guitarra, mirar fútbol, jugar al ajedrez y al básquet y compartir momentos en familia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *