Probablemente puedas identificar en tu vida momentos en los que el silencio de Dios te impacientó. Hay libros enteros, cursos de varios días, sermones larguísimos para explicar de qué modo debemos entrar en comunicación con Él, pero en ocasiones nada resulta. Cuando advierto esto me pregunto si Dios verdaderamente pensó modos tan sofisticados para comunicarse con nosotros. ¿Es tan difícil? Y me pongo en su lugar: un Dios que ama a su hijos no puede poner barreras para comunicarse con ellos, porque sin comunicación no hay amor.
Entonces, ¿por qué a veces lo sentimos callado, silencioso, lejano? Quizás el ruido del mundo es el que nos aleja, nos impide ver lo que El nos está queriendo transmitir. Y cuando digo «ruido» me refiero a los problemas, la rutina, la vertiginosidad con la que vivimos nuestro día, las preocupaciones y la infinidad de medios de distracción como la televisión, el celular, que ocupan nuestro tiempo, nuestro espacio, nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro espíritu.
En definitiva el esfuerzo de los libros enteros, los cursos de varios días y los sermones larguísimos está en ser medios para desarmar lo que nos aleja; nos enseñan que para lograr comunicarnos con Dios debemos primero limpiar el canal comunicacional de todo aquello que lo obstruye.
¿Qué está obstruyendo tu canal de comunicación con Dios?