Desde hace unos dos años me propuse que cada mañana al llegar a mi trabajo y encender mi computadora. Lo primero que debería hacer sería leer el evangelio diario. Supongo que me propuse esto porque en el trajín cotidiano a veces uno se olvida de lo más importante y se olvida que empezar el día leyendo la palabra de Dios ilumina nuestra jornada desde su comienzo.
Es cierto que en general la lectura es rápida y apurada. La mayoría de las veces no tengo mucho tiempo como para degustarla y hacer una «lectio» que me lleve a descubrir qué me está diciendo Dios hoy y ahora. Sin embargo el simple acto de leer la Palabra del día se ha convertido en un hábito en mi y si bien casi siempre me cuesta hacerme el tiempo para entrar en una profunda oración, lo cierto es que comenzar mi día leyendo y escuchando a Jesús en un pasaje del Evangelio es el modo más hermoso de saber que cada día El es mi punto de partida.
También muchas veces me ocurre que a lo largo del día esa Palabra que leí muy temprano se va haciendo vida y en los hechos cotidianos el propio Jesús es el que va diciendome lo que Dios quiere de mi hoy y ahora.
Te invito a que a partir de hoy busques un momento del día para escucharlo a El. Y verás cómo cada día se va metiendo en tu cotidianidad desde su Palabra.